Lima, 11 de Julio 2009
Payasos es el segundo filme de ficción de Marianela Vega Oroza, el primero fue The Light Bulb. Como aquel, este guarda relaciones muy cercanas con sus documentales. Relaciones temáticas y estilísticas.
En todos los filmes de Marianela se tocan los temas de la ausencia y la representación. En ellos vemos personajes que intentan retener lo que es fugaz en un cuaderno de notas, en dibujos, fotografías, audios… Los filmes mismos de Marianela constituyen intentos de atrapar lo efímero… Al final, sin embargo, solo queda o quedará el significante que da cuenta de un referente ausente e irrecuperable. Por eso la melancolía de sus filmes.
Pero en sus filmes no solo se alude al pasado, también se repite en ellos el trayecto: sus personajes evocan no solamente porque han sufrido la partida de alguien, sino porque ellos también parten, porque están continuamente en tránsito. Como en otras películas de Marianela (Away, The Light Bulb) aquí vemos planos con ángulos a ras del piso que muestran pies, o zapatos, que simbolizan el recorrido. En este caso vemos unos zapatos de payaso. Los personajes de aparente deambular en las películas de Marianela, dirigen no obstante sus pasos hacia algo que encierra un misterio: la muerte o el propio yo. En The Light Bulb, la nieta guía al final al abuelo dócilmente y él se deja llevar hacia la oscuridad, garantizado ya su recuerdo. En Payasos, que es una historia de duelo y reconciliación, el protagonista, Chino, tras la muerte de un padre que lo abandonó y por quien aparentemente no siente aprecio, se dirige al encuentro de su humilde madre; pero el trayecto se dificulta y se vuelve también un viaje hacia dentro de sí mismo: en el camino Chino se reconoce y adopta una máscara que, como toda máscara, a la vez lo revela y esconde.
Chino encuentra en su camino varios “espejos” que le devuelven la imagen de él y su padre ausente: en la calle, en la vitrina donde se exhiben bicicletas a la venta, en el puente. La fascinación que sobre él ejerce el payaso adulto con el payaso niño parece debida a que lo remiten a su padre y a él.
El parecido que está debajo del maquillaje es, sin embargo, con la madre. El payaso adulto y el payaso niño que Chino conoce en la calle, no son en realidad padre e hijo. Solo lo parecen. El niño payaso tiene madre, pero la madre no lleva maquillaje. La madre de Chino tampoco. Cuando Chino por fin encuentra a su madre, sin embargo, debe quitarse algo de maquillaje, no solo para ser reconocido por ella sino para revelar la parte más sincera y protegida de él; pero no se quita todo el maquillaje, pues no todo en esa relación de amor es sinceridad. Chino, aunque no lo quiera, tiene algo de payaso, algo de farsante, algo del padre no querido. Lo ausente está presente, dentro de sí, representado por él mismo. De otro lado, la humillación del traje y el anonimato con él vivido, le han permitido a Chino no solo reconocerse, sino también expiarse y reencontrarse con su humilde madre en un plano de igualdad, sin soberbia.
Este corto de ficción de Marianela parecería reafirmar algo que sobre la ausencia y la representación había presentado ya en Conversaciones II, su último documental hasta hoy, donde la cineasta dialogaba con su madre y su abuela: aunque diferentes, somos continuidad de nuestros ancestros. Aunque ellos estén ausentes, no lo están nunca del todo, pues forman parte de nuestros genes y nuestra personalidad, y los representamos con nuestros cuerpos y acciones; por cierto, esto puede ser, según el caso, una carga, un estímulo o un consuelo.
Payasos, como saben, se basa en el cuento Ciudad de payasos de Daniel Alarcón, del libro Guerra a la luz de las velas. El corto es una lectura de ese notable cuento, como puede haber otras. Es la lectura de Marianela. Una lectura personal.
Hace más de cincuenta años, François Truffaut, quien realizó conmovedoras adaptaciones de novelas de Henri-Pierre Roché y Ray Bradbury. decía que las películas del futuro serían tan personales como una confesión o un diario íntimo. Decía que los jóvenes cineastas se expresarían en primera persona sobre sus amores, su posicionamiento político, sus viajes, sus enfermedades, sus últimas vacaciones, los libros que los hubiesen cautivado. Y añadía que eso tendría que gustar casi a la fuerza porque sería verosímil y auténtico. “La película de mañana –culminaba Truffaut- no será realizada por funcionarios de la cámara, sino por unos artistas para quienes el rodaje de una película constituya una excitante y fantástica aventura. La película de mañana se asemejará a su director y el número de espectadores será proporcional al número de amigos que posea el cineasta. La película de mañana será un acto de amor”. Esas películas que Truffaut decía eran las del mañana, son las que Marianela Vega Oroza hace hoy.
Emilio Bustamante
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